JOSÉ MINGORANCE ALONSO
Una colaboración para el
Blog de Francisco Narváez López y Miguel
A. Roldán Guijarro
Se inspira este Blog en el diario “El Popular de Melilla”, que empezó
a editarse el 1 de agosto de 1917 con el nombre de "El Popular" (dirigido por Nicolás Pérez Muñoz Cerisola) y que, salvo pequeños períodos de carencia, estuvo al servicio
de Melilla hasta el golpe de Estado de julio de 1936, en el que los cabecillas
de la rebelión y sus asesinos a sueldo arremetieron contra el periódico de la
misma forma que arremetieron contra la vida y bienes de miles de melillenses.
“El Popular de Melilla” fue fundado por José Mingorance Alonso, quién desde muy joven quedó ligado
profesionalmente al mundo de las artes gráficas y la comunicación. Natural de Lanjarón,
aunque desde corta edad vivió en Granada, quedó huérfano de padre a los cuatro
años. Estas circunstancias le impidieron asistir a la escuela, viéndose
obligado a trabajar, en jornadas de doce a catorce horas, con seis años. Se
inició como aprendiz, en un antiguo taller, para más tarde ascender al puesto
de ayudante, aprendiendo “a manejar la
máquina de tirar, “en cuyas tareas puso de relieve magnificas cualidades. Los
talleres fueron un mundo de trabajo duro, pero también el ámbito de su
formación autodidacta, pues en ellos adquirió todos los conocimientos necesarios
para llegar a dominar los entresijos de la profesión y aventurarse, con el paso
de los años, a ser propietario de varias imprentas y periódicos.
Así, antes de los veinte años había fundado en Granada varios semanarios
satíricos. Poco después llegaría a Melilla, empezando a trabajar en la imprenta
de “El Telegrama del Rif”, en la que
estuvo varios años, hasta que se despidió y se estableció por su cuenta. Apenas
sin dinero y “con una pequeñísima máquina
de pedal con la que apenas sin podía confeccionar prospectos”, empezó la dura
tarea de levantar su empresa, invirtiendo los frutos de su trabajo en la
adquisición de nuevas máquinas que le acercaran a su deseo de ampliar los
servicios de su imprenta y, sobre todo, a una de sus aspiraciones: dar vida a
nuevos periódicos.
Ese objetivo lo vería satisfecho más temprano que tarde, logrando crear
varios periódicos diarios, entre los que figuran, entre otros, “El Heraldo de Melilla” y “El
Popular de Melilla” que nació por primera en su vivienda particular. También
creó “El Diario Español”. Más tarde,
poco después, del desembarco en Alhucemas, crea en pleno campamento “El Diario Español de Alhucemas”, “periódico que representaba una nota interesantísima en nuestra acción
civilizadora en África”. Poco tiempo después fundaría en Nador, otro diario
llamado “Marruecos Oriental”, que a juicio del fundador no terminó de cuajar
debido a las dificultades puestas por la Ata Comisaría en Marruecos.
No obstante tener que hacer frente a
innumerables contratiempos, Mingorance, llegaría a establecer varias las
imprentas en Melilla, Alhucemas y Nador. En sus talleres llegó a confeccionarse
dos periódicos diarios; uno de la mañana y otro de la tarde. Así, además de “El Popular de Melilla”, se imprimieron
periódicos diarios como “La Voz de
Marruecos”, “La Fraternidad”, “España en Marruecos”, “La Voz de África” y semanarios como “Vida Marroquí”, “El Ideal”, “Melilla en
Broma” y “El Tronío”.
“El Popular de Melilla,” tuvo que enfrentarse a la dura censura a la que estaba sometida la prensa
en Melilla, especialmente este diario que apostó por su distanciamiento de la
Dictadura y la su ausencia de servilismo en sus relaciones con el poder, lo que
le llevó a soportar numerosas apercibimientos, persecuciones, sanciones,
secuestros o suspensiones. El coste personal, profesional y comercial que le
impuso la persecución oficial o la indiferencia de las autoridades, nunca le
hicieron desistir en la defensa de lo que consideraba justo y bueno para
Melilla y España, más allá de las proclamas patrioteras de los que años más
tarde, tratando de salvar a España, convirtieron la ciudad en un matadero y
sumergieron al país en cuarenta años de negrura y represión.
El señor Mingorance Alonso, vivió apartado de todo contacto con la
Dictadura y el periódico no participó, a diferencia de otra prensa, en la
construcción de un discurso que él consideraba patriotero y contrario a la
salvación de España. Una veces por escrito y otras con sus silencios, trató de dar una visión menos estrecha y más
ecuánime de los intereses españoles en la zona. Esta posición, que pagó con
multas, apercibimientos, secuestros y suspensiones no le hicieron desistir en
lo más mínimo de sus propósitos. Así defendió sin vacilaciones la normalización
política y jurídica de Melilla, exigiendo su incorporación al mundo municipal,
mediante la creación de su Ayuntamiento o la exigencia de representación en
Cortes para la ciudad. Mingorance fue un
gran ausente, en las estrechas relaciones personales, sociales e incluso
económicas que se tejieron entre las autoridades militares y los representantes
de la prensa en Melilla (Cándido Lobera,
Jaime Tur, etc.) durante la tres primeras décadas del siglo XX.
Fue un innovador en su profesión, trayendo a Melilla las máquinas “Typograff”, con las que trabajó durante años, para más tarde
incorporar a su imprenta una máquina “Linotype”,
utilizada por casi todos los grandes periódicos.
Fue vocal de la Junta de Arbitrios, llegando ser nombrado Vocal-Secretario
y cargo que se le concedió por unanimidad. Con la llegada de la Junta Municipal
fue cesado. Más tarde, con la República, presentó su candidatura como
independiente siendo elegido concejal del primer Ayuntamiento de Melilla en
1931.
José Mingorance Alonso, nació en 1880. Estuvo casado con Elisa Rodríguez de
Uriburru. Tuvo dos hijos, José y Elisa, muriendo el 18 de febrero de 1933, con
54 años, cuando todavía “pensaba en días
de luchas y de glorias” para las páginas de su diario, “más acostumbradas más a las primeras que a las segundas”. Su
propio periódico lo describía en los siguientes términos:
Hombre
rudo, si se quiere, de temperamento fuerte, pero sano; de criterio propio, aun
cuando ello le produjera trastornos en su vida particular y aún en la familiar
y gasto en la económica, pero al fin de criterio propio, que no supo de
servilismo ni fue implorando caridades a este ni al otro despacho.
Fue
toda su vida don José Mingorance Alonso hombre que tuvo un concepto tan
particular en estos tiempos como acertado en todos, de no acercarse a nadie
para alcanzar un merecimiento. Los que tuvo, si los tuvo, fueron por él, pero
no a cambio de lastimar su persona rebajándose, ni aún con un saludo tan fácil
de disimular.
Gustaba
de la razón, y ante ella cedía; odiaba la adulación, y ante ella se indignaba.
A la manera de los hombres de recio temple que ya llevan sobre sus hombros más
de medio siglo y que conservan aún modalidades distintas, tenía como preciado
galardón no acercarse a los que por ser más podían tenerle un gesto de
desprecio, ni rechazaba de su lado a los que eran menos porque entendía que la
caridad, ejercida en forma anónima, era siempre provechosa y útil.
Batallador,
por temperamento, no le asustaba la contienda ni miraba nunca el tamaño ni la
situación del enemigo, por muy ventajosa que fuera. Su norma era seguir,
siempre seguir hasta el final, sin retroceder, sin desalentar. No veía jamás
imposible ni lejano el triunfo. Por el contrario, para él representaba
alcanzarlo cosa fácil y hacedera.
Con
él desaparece una de la figuras más activas y destacadas del periodismo de
España en el Norte de África. Así ha sido. Así tendría que ser.
Como decía su periódico el día de su muerte
a pesar “de las múltiples
actividades a que dedicó su existencia, don José Mingorance Alonso,” murió “pobre” o, mejor dicho, no murió rico,
salvo en amigos; contando con el reconocimiento de toda la profesión y un
legado que desgraciadamente apenas si ha llegado hasta nosotros, debido a que
la colección de sus periódicos se
encuentra fragmentada y fuera de los archivos oficiales. Y sin embargo, “El Popular de Melilla” , es una
pieza fundamental para explicar y contar la parte de nuestra historia que nos
ha sido hurtada.
Foto Lino: Máquina linotipia (marca Merghentaler, Modelo 5), adquirida
en el año 1931 para los talleres de ”El
Popular de Melilla”. Inexplicablemente aparece en los talleres de "El Telegrama de Melilla" en los
años 40. Posteriormente y tras el cierre de "El Telegrama", la fue
adquirida al chatarrero y tras una primera restauración, donada al Museo
Municipal-Casa del Reloj (1984,) donde tras varios años desaparecida, fue restaurada
(Mustafa Arruf) y en 2006 se pudo exponer al público en ese Museo. De nuevo y
tras la remodelación de la Casa del Reloj (en estos mismos días) no se sabe su
destino.
Foto: Imagen de la Redacción de "El Popular de Melilla" en la
calle Isabel la Católica. La persona etiquetada con el número 1 es D. José Mingorance Rodríguez, hijo del fundador D. José Mingorance Alonso. La persona etiquetada con el número 2 es
D. Juan Aranda, regente de talleres del periódico, dirigente y miembro de la
Federación de Artes Gráficas (años 30) de UGT.
quiero saber si hasta hora se guarda en alguna parte ejemplarers del diario espanol de alhucemas
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